Por Pipo Rossi

El dinero, la moneda, expresado en los billetes de nuestro signo monetario es, en última instancia, una convención que todos aceptamos. Se constituye en un valor de cambio, porque acordamos que ese papel “vale”, por ejemplo, 10 pesos y establecemos que por 10$ se obtienen determinados bienes.
Para tener ese valor, ese papel debe reunir unas cuantas condiciones, entre ellas, respaldo. Hace cierto tiempo, era el respaldo en Oro o dólares, actualmente es más que nada, nuestra confianza en el Banco Central y en el valor que éste le fija. Los respaldos en moneda dura debieron abandonarse, por ser imposibles de cumplir en sistemas que se sobre-endeudan.
Otro requisito ineludible es que la moneda no sea “falsificable” para evitar la fabricación de dinero propio a manos de cualquiera que cuente con los medios. Esta afirmación clásica empieza a ponerse en dudas, con el surgimiento, en nuestros días, de las criptomonedas y la posibilidad de elaborar dinero.
¿Qué pasa si se emite dinero en forma indiscriminada?
La mayoría de los economistas concuerdan en que la moneda se desvaloriza y éso desata una inflación desenfrenada.
Mucha gente repite: “La inflación es multicausal…no depende sólo de la emisión monetaria.” Concepto probablemente cierto en muchos países con 5 a 10 % de inflación anual, donde concurren diferentes variables, como: fenómenos estacionales, variaciones de la oferta y la demanda, devaluaciones, emisión monetaria, expectativas económicas, cartelización de grupos cuasi monopólicos, variación de precios internacionales, etc. Cada una de esas “multicausas” tendrá un valor relativo que se modifica en distintas circunstancias, y por lo tanto tendrán mayor o menor responsabilidad en la aparición de la inflación.
En Argentina, una de esas “multicausas”, la emisión monetaria para cubrir gastos corrientes, está exageradamente hipertrofiada, haciendo que las demás “causas” sean mínimas, por lo que la afirmación del origen multicausal de la inflación en nuestro país, impresiona ser sólo una justificación para disimular los pecados de un estado caótico y corrupto y no una aseveración seria.
Pretender que la inflación es un fenómeno determinado por causas culturales y hasta psicológicas, cuando se emite dos veces la base monetaria, es simplemente tomarnos de idiotas.
Si el Banco Central emite sin ningún respaldo, viola esa convención que mencioné al principio.
El 27/04/24 en respuesta al discurso de Cristina Kirchner en Quilmes, donde volvió a repetir la idea de que con ellos vivíamos en el paraíso y no nos dábamos cuenta, el Presidente Milei escribió en X (exTwitter),: “La gente se caga de hambre porque ustedes durante décadas defendieron un modelo que se basaba en gastar sin límites y falsificar dinero para tapar el agujero. El resultado es un país destruido con 60% de pobres”,
Lo que resulta original de Milei es que llama “falsificación de dinero” a la emisión monetaria sin respaldo y es lógico considerarlo así. La emisión no respaldada e irresponsable genera “papel pintado” sin valor. Para el Libertario anarcocapitalista el resultado es “un país destruido con 60% de pobres”.
Destruir al capitalismo falsificando dinero. Los falsificadores libertarios:
La idea original de destruir el sistema falsificando dinero es, anarquista sin dudas.
Durante décadas, en la primera mitad del S. XX, sectores anarquistas libertarios se dedicaron a la falsificación de documentos y dinero para financiar “la revolución” y destruir el sistema.
La imprenta fue el arma más poderosa de los anarquistas en: la España Franquista, la Francia ocupada, la Europa de pre y postguerra y América, que también tuvo lo suyo. El Buenos Aires de principios del S.XX, fue sin duda un lugar de gran desarrollo de linotipistas, gráficos y dibujantes que falsificaban documentos y billetes.
Roberto Arlt en “Los siete locos” nos interpela: “¿Quiénes van a hacer la revolución social, sino los estafadores, los desdichados, los asesinos, los fraudulentos, toda la canalla que sufre abajo sin esperanza alguna? ¿O te crees que la revolución la van a hacer los cagatintas y los tenderos?”.
Los anarquistas tuvieron fascinación por la falsificación, muchos de ellos han sido famosos en este verdadero arte. Falsificaban salvoconductos para salir de cárceles franquistas, documentos y carnets de conducir, que permitían el movimiento de los militantes, además de dinero o cheques del viajero, nunca en beneficio personal, siempre “por la causa”.
Segismundo Martínez, miembro de la J.J.L.L. con suela de alpargata y una cuchilla de afeitar, logro falsificar los sellos para liberar detenidos de las cárceles de Franco. La red de falsificadores españoles se dedicó a la creación de documentación española de identidad, cartillas de racionamiento o salvoconductos, incluso pesetas.
Lucio Urtubia Jiménez (España 18 de febrero de 1931-París Francia, 18 de julio de 2020) fue un albañil y militante anarquista español. Logró poner en jaque al Citibank falsificando grandes cantidades de cheques del viajero, con una verdadera red de militantes que los cambiaba en distintos lugares del mundo.
Son muchísimos los casos, no solo españoles, por cierto.
La idea de estos románticos revolucionarios era, además de financiar su movimiento, que, si se falsificaba suficiente cantidad de dinero, se podía quebrar el sistema capitalista por la inevitable devaluación del dinero que eso provocaría.
Cuando Milei acusa a los populistas de falsificadores para destruir el estado, acaso ¿los acusa de anarquistas?
De esta asociación libre, algo delirante, no puede concluirse que Kicillof, Massa, CFK o A. Fernández hayan actuado como anarquistas intentando destruir el estado. Sería un muy pobre final para los sueños libertarios. El falsificar/emitir dinero en manos de los populistas condujo, entre otras cosas, al enriquecimiento personal de funcionarios corruptos, al financiamiento de gastos demagógicos incalculables, a la creación de un estado hipertrófico e ineficiente, a la generación de una inflación descontrolada, a índices de pobreza vergonzosos. Es evidente que el método ha sido desviado de sus fines originales, pero debo reconocer que me aparecen ciertos temores “conspiranoicos” cuando pienso en Amado Boudou, quedándose con la imprenta Ciccone para fabricar billetes.