Por Daniel Kersner

Cuando la izquierda no logra construir mejores condiciones de vida la derecha construye cavernas, oí decir a un legislador español. Y la gente entra en las cavernas. Qué significa esto? Varias cosas, a saber:
Las personas tenemos necesidad de algunas certezas, cuando estas no pueden ser refrendadas por la realidad, serán reemplazadas por certezas ilusorias, las mismas necesariamente deben ser pocas, simples y vagas.
Pocas, no más de tres o cuatro, que den respuesta a todas nuestras dudas y calmen todas nuestras incertidumbres y temores. Simples para que sean fácilmente comprensibles y aplicables. Vagas en sus alcances para ser funcionales a las más variadas situaciones.
Estas certezas tienen el valor de creencias inamovibles y se diferencian de principios y valores en que estos son brújulas que orientan nuestros razonamientos y conductas, mientras aquellas explican la realidad en todas sus facetas de un modo simplificado y automático. La lectura de la realidad se distorsionará hasta el infinito con tal de aplicar las certezas ilusorias, que por definición nunca se revisan
Entrar en las cavernas significa también ser dogmáticos, Aplicamos nuestras certezas ilusorias para dar respuesta de manera instantánea a cualquier problemática individual o social. No hay lugar para la duda ni necesidad de cuestionar nada. Nuestro dogma ya tiene la respuesta. Y si alguien duda de la respuesta es porque no participa del dogma, es de algún modo un hereje, un extranjero, un enemigo real o potencial.
Entrar en las cavernas es fanatizarse. El hereje debe ser convertido o quemado, el extranjero detectado y expulsado, el enemigo combatido y vencido. El fanático debe convencer o destruir, no tiene otras opciones. Si perdura el otro, el extra dogma, el dogma quedará cuestionado y con él el dogmático. Por eso el dogmático es fanático y el fanático violento.
La violencia comienza en la fantasía, pasa al lenguaje y de allí a la acción. El camino no es inexorable. Existen diques individuales y sociales, la cultura es el principal de ellos, la ética y las leyes son parte fundamental. Cuando las pautas culturales son reemplazadas por las certezas-creencias, los diques que contienen la violencia pueden suspenderse. En especial cuando se instalan ideales tanáticos. Los cambios en las formas, de expresión, de enunciación, nunca son sólo cambios formales, anuncian o directamente conllevan cambios en los contenidos. Un lenguaje obsceno e insultante siempre es violento.
Los diques han generado también la sublimación, mecanismo psicológico y social, que transforma nuestros impulsos más oscuros y regresivos, dentro de los cuales debemos anotar lo mortífero y lo incestuoso, en objetos o acciones útiles y beneficiosos para la vida. La falta de sublimación abre las puertas de la brutalidad, la crueldad y la violencia en cualquiera de sus formas.
Otro elemento propio de las cavernas es la desinvestidura del futuro. El futuro ya no es el tiempo de la realización de proyectos y utopías, ya no es una categoría relacionada con lo promisorio, ni siquiera con la esperanza. El futuro se transforma en más de lo mismo, en una continuidad del presente, sin ningún cambio, porque en las cavernas el cambio es mal visto. Un atentado contra las creencias, es decir contra la fe del cavernícola.
Para el fanático es imprescindible defender sus certezas-creencias a capa y espada. Y como nada hay por encima de ellas, todo se puede hacer en nombre de ellas. Más cuando el otro es un enemigo y ya no hay diques que contengan la violencia. Todo esto se vuelve especialmente peligroso cuando las cavernas son propuestas desde el poder estatal.