Miscelanea Por Horacio Padellaro

Es la democracia la forma universalmente aceptada que tienen candidatos de todo tipo y color para acceder al poder, y así, entre gracias y desgracias irán dejando en el camino marcas de todo tipo y color. Se trata de un sistema lo suficientemente maleable y generoso como para adaptarse a los designios y “caprichos” del afortunado ganador por la gracia del voto.
El voto, el elegido y el elector, tres primeras figuras en la puesta en escena de la tragicomedia que auspiciosamente se ha dado en llamar “Gobierno del Pueblo”,
En la práctica lo que acontece es que una vez ganada la contienda electoral, el pueblo se corre de la escena pasando a ser espectador, en tanto el “elegido” hará del triunfo un trofeo para hacer con él lo que se le dé la “real gana” (ganas de la realeza)
En la práctica casi no se ven candidato a gobernar dispuestos a no sentir el triunfo como un trofeo y hacerlo presa del furor de las ganas. El triunfo como pertenencia, como propiedad, en un sistema tan presidencialista y tan sujeto a “compromisos” como el nuestro, hace que aquello de “que dios y la patria se lo demande” sea como nube pasajera, y no está mal la fórmula, teniendo en cuenta que para dios una demanda puede durar una eternidad y para la patria (justicia) seguramente un poco menos, por eso de la finitud, pero por allí andan sus tiempos
El hombre, sus ideas e ideales son maleables, tanto como la estructura de la democracia por él ideada. De frente a esa cuestión, planteada en términos de lo imperfecto “perfectible” que atraviesa todo acto humano, no solo las estructuras sino que también las propias personas, hace que estemos todos; Votantes y votados, elegidos y electores en un mismo, ¡Bingo¡
Pareciera que hasta el acto de votar y proclamar al ganador llegara el poder del votante, cuando en verdad el que gana (el elegido) no gana, gana la voluntad depositada en el voto. En política quien gana no gana, contrae compromisos, obligaciones, hasta en cierto sentido se podría decir que quien gana pierde, pierde la presunción de que puede hacer con el mandato lo que se le da la gana, como si se tratara del premio de la lotería
Se me dirá que el sistema tiene previsto la salvaguarda de la pluralidad de voluntades a partir de la sinergia entre los tres poderes; ejecutivo, parlamentario y judicial. Sinergia que en la práctica se traduce como timba de componendas por intereses que en general suelen ir de la mano del elegido y sus financistas. Esa es la verdadera Sinergia que nos muestra el sistema en la práctica
Digo, claramente no soy siquiera aprendiz de político, es lo mío observación, una simplificada mirada de los hechos pensando en el derecho a ser representado que tiene el cuarto poder, el voto.
Democracia; un sistema de responsabilidad y observación recíproca por parte de quienes eligen y de quienes son elegidos. Todos eligiendo, todos observando, cumpliendo y haciendo cumplir la voluntad expresada en el Voto Vasija, caja, urna son términos fácilmente asociables a funeral. No casualmente el voto se deposita en una urna y “urna” es palabra clave en toda elección, y tantas elecciones resultaron históricamente auténticos funerales de voluntades. Tantas veces la voluntad ciudadana, fragmentada y plural en las ideas y objetivos termina en un cementerio, un osario de ideales.
Será que tendremos que resignarnos a admitir que el voto, el medio por el cual se expresan las plurales voluntades sea preludio de funeral en lugar del principio de un nuevo ciclo o de un cambio?. Si es así tenemos que admitir entonces que la cosa es más grave porque de lo que se trata es del funeral de la voluntad como expresión del deseo, y no solo de esa estructura moldeable que llamamos, libremente, democracia.
Cada vez que la confianza manifestada en el voto es traicionada, violada en la máxima expresión del término, por el mal o indebido ejercicio del poder no solo cae el ciudadano, cae el sistema todo, y en verdad lo que se siente es impotencia y bronca. Lo estamos viviendo en vivo y en directo
Lo corrupto junto con lo absurdo y lo ridículo son atributos de la tragicomedia, también de la condición humana, pero es mucho el daño que ocasionan esos atributos cuando están a resguardo (inmunidad) en los sórdidos recintos que habitan.
Un aporte consuelo; no dejarse tentar por la bronca y menos aún por la impotencia. La historia demuestra que sea quien sea que ejerza ese “gobierno del pueblo”, lo hace en gran medida de espaldas a ese pueblo y en favor de oscuros intereses de una minoría de “interesados” locales y globales.
Cautivados por la relativa libertad de expresión, de protesta que ofrece el sistema nos vemos reducidos a aceptar el premio consuelo de la “perfectibilidad” que también ofrece el sistema
No hay represa que resista el embate de las mayorías, y en este punto y no sé porque, o sí lo sé, me viene a la mente el último libro de Franco Berardi; “Desertar”, claro que allí el autor nos muestra una opción de salida bastante polémica pero que vale la pena tener en cuenta ante las actuales circunstancias de sometimiento que nos impone el poder global.
Tal vez tengamos que revisar qué pasa con nosotros que estamos siempre tan dispuestos a adaptarnos a los caprichos monárquicos del poder de turno, so pretexto de que hay que respetar las justas reglas del juego que impone el sistema (reglas que claramente no son la mismas ni justas, que rigen para quienes ejercen el poder). Es cierto que para desertar hace falta valentía, aunque mucho menos de la que se necesita para ser sometidos.
Siguiendo la línea de pensamiento de “Desertar”, tal vez simplista pero para nada ligera, necesitamos “migrar” y hacerlo de espaldas al discurso dominante. Recrearnos a nosotros mismos con la humildad de aprendices de nuevos saberes, de nuevas alternativas que sin importar cómo se llamen o de dónde provengan nos permitan rescatar el valor supremo del propio deseo en el deseo del otro