Por Mario Lucas Kiektik

Digámoslo sin rodeos y de una buena vez: el Alberto Fernández que vemos en los medios es un psicópata hecho y derecho, pero con un atributo singular: es un psicópata sin confianza en sí mismo, y digámoslo también, es de los peores.

Alberto, si, el ex presidente de la nación, el ex vendedor de seguros en bambalinas y el ex agente en las sombras del peronismo.

Pero por algo que no sabremos él no tiene confianza en sí mismo.

Los Menen, los Perón o los Kirchner que hemos conocido en los medios eran psicópatas, desde ya, pero harto confiados de sí, y tanto que simplemente se dedicaban a cosificar a otros seres humanos y dañarlos cuanto pudieran con tal de mantenerse en el poder. En cambio AF tenía que, al mismo tiempo q dañaba, autoconfirmarse en una especie de estado intermedio entre el narcisista y el psicópata. Realmente un problema que no supimos barajar.

Hasta la expresidenta Cristina cayó en la trampera: usó su falta de confianza como una lombriz que la ex presidente mordió sin problemas, creyendo que recomendándole ministros, secretarios y una dama de compañía lo tendría bajo su ala, muy por el contrario Alberto se desgañitó todo lo que pudo y no le importó nada, solo confirmarse sacándose fotos con todo el que pasaba por ahí, o filmándose.

Las segundas líneas peronistas responden a este patrón, pero a medida que se pierde densidad de contactos en la red peronista nuclear pueden aparecer rasgos no psicopáticos, hasta el punto en el q los nodos alejados del núcleo son personas con culpa y vergüenza, como la mayoría.

Los psicólogos del siglo XIX ya habían comprendido los motivos por los cuales los psicópatas terminan apropiándose de las mejores sillas en la red del poder, y ahora sabemos q posiblemente tenga q ver con un polimorfismo genético que los libera de la carga de las neuronas espejo.

La psicopatía es un tipo de vínculo: alguien o un grupo cosifica y daña a otro u otros humanos, mientras que la o las víctimas lo aceptan. Es un tango, en términos de melancolía porteña bien llevada. Todas la interacciones humano -humano son susceptibles de este tipo de relación.

El ex militante “kirchnerista” (o repetidor de mentiras como los definía AF) es un tipo de víctima también, pero que en su compulsión religiosa K acumulaba algunas migajas, a cambio de crear una clausura imaginaria sobre el núcleo perverso de sus “líderes”. Como los engañaron!!! No es que la psicopatía sea una exclusividad peronista, pero sí un recurso que el movimiento a usado una y otra vez para empoderarse.

No obstante el tema de la circulación de la mentira, adoptada como verdad a sabiendas por las víctimas, no es un tema a descuidar. Si bien es la energía del poder sus diferentes densidades y temperaturas hacen de la mentira el hueso más difícil de roer: cada vez q desmontas una te arrojan nuevas.

Lo novedoso de la gobernanza de Milei es q adopta el panteón y ritual peronista pero en un lugar aspergeriano, un punto inmutable a la “mentira peronista”. Es como un Buda, lo q le arrojan lo atraviesa como si él fuera de aire. Si el peronismo no capta esta lógica está terminado.

O quizás lo ha captado, y ahora lo que vemos es un minué entre la psicopatía y el autismo, una especie de danza entre Narciso y Eco, donde ambos no pueden relacionarse, pero tampoco pueden desprenderse uno del otro: el peronismo en un espejo infinito.

Eso abre una brecha de números y geometrías para que Milei haga lo que todo peronista coherente y de la elite asume como imprescindible: el ajustazo que hizo el ex Néstor en Santa Cruz, pero claro que garpa mucho más que lo haga un arrojado. ¿Error de cálculo?

Quizás hay algo más terrible, o no, y es q la élite peronista ha concluido q es el momento de estabilizar los recursos que ha acumulado en 4 generaciones; qué mejor que un sistema de reglas basado en la propiedad privada a rajatabla q los vuelva intocables y envejecer así en paz.

Las únicas propuestas para evitar el éxito de los viejos peronistas dispuestos al ajuste y la buena vida, pero que no evitan su destino de ricachones, son Kicillof, Grabois y Moreno, hebras de una misma trenza si menos psicopáticas, pero con muy poca capacidad de hacer los algoritmos sociales que dibuja Milei, mucho mas aptos para estas épocas de sobredatación y subinformación. Veremos….

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